En una montaña distante y acalorada,
Reside el alma de la sonrisa del tiempo,
Donde los pasares de la vida se congelan,
Como museo visitas y acuerdas con sosiego.
En la montaña distante, alta y placentera,
Brilla un sol celeste cuyo fulgor es fugaz,
Como la risa de las crías del universo,
Que vinieron, fueron, y serán.
Solitaria la montaña navega con elocuencia,
Postrada sobre nubes de arrebol ambarino,
Cuyo avistamiento desvanece mientras
Te aproximas a los mundanos pensamientos.
De vuelta en el mundo sonreirás, la viste, estuviste;
Añorarás volver a la montaña de los aposentos,
Memorias de los grandes eventos, que te hacen ser:
Quien eres, serás, y seguirás siendo.
Cuando observes a los cielos,
Acuerda que sobre una manta de nubes
De arrebol ambarino, flota, esperándote,
La montaña de los buenos recuerdos.
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