Déjame darle caricias a tu alma con mi dedo solar,
De la lejanía soplarte los susurros del éter inolvidable.
Flotando se mantiene la eterna sonrisa de la lozanía,
Donde la llovizna de los mares se esparce como el alma.
Mira hacia allá, fija la mirada de tu alma en los celestes
Del crepúsculo interno, donde amanece y decae la sonrisa.
De los valles más altos surge el viento más fuerte,
Para descender con un soplido naufrago, serenado;
De los problemas más vastos surge el heroismo de la mente,
Cuando con epopeyas el espíritu sin rostro emerge candente.
Es el infinito de los mares, la playa de los espantos, donde
Reside el máximo gozo de los hombres, pues no existe libertad
Sino es en la libertad de la mente, de los corazones.
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